El oro es el elemento mineral más buscado y que se conoce desde la prehistoria, su nombre viene del latin “aurum”.
Su cálido color y su débil dureza lo han hecho el metal privilegiado para las joyas porque es maleable y dúctil. Además se lo encuentra en la naturaleza bajo su forma de metal sin necesidad de conocer la metalurgia para extraerlo de un mineral. Es prácticamente inaltearable en la naturaleza, sólo el mercurio forma con él una amalgama. Funde a 1063°C, temperatura de fusión baja para un metal lo que facilita su utilización en joyería.
Bajo forma de pepitas encontradas en la naturaleza no se lo encuentra puro prácticamente nunca y contiene plata, platino, paladio… la densidad de pepitas esttá comprendida entre 15 y 19,3 (oro puro), es uno de los metales más densos. Se lo encuentra también en los yacimientos llamados primarios, en “filones” en las rocas de orígen donde él se formó, pero los más hermosos descubrimientos de oro se hicieron en los yacimientos secundarios llamados “sitio” donde los pedazos de oro arrancados a las montañas por la erosión se depositan por las aguas de los ríos.
Su rareza ha hecho que sea, durante milenios, un estándar monetario, el estándar-oro, y su maleabilidad han facilitado la acuñación de monedas.
Su importante valor ha siempre provocado el deseo de encontrarlo y hacer fortuna… provocando la “fiebre del oro” y guerras durante toda la historia de la humanidad.
Ha sido siempre el símbolo de la riqueza y del poder, todas las grandes civilizaciones lo han venerado, como los egipcios, los griegos, los romanos, los persas… pero también aquellas de América Central y del Sur, los Incas, los Aztecas… saqueados a la llegada de los conquistadores y creyendo en el mito de Eldorado, país donde habría oro en gran abundancia.
La búsqueda de los alquimistas consistía en descubrir el medio de poder fabricar oro a partir de otros elementos químicos…